Aprendiendo a volar (2)

El humano (creo que se llama Alejandro, pero no lo sé seguro) insiste en obligarme a volar. Y digo yo ¿para qué quiero volar, si tengo todo lo que quiero en la jaula?. En cuanto puedo, me vuelto a meter, pero el tío insiste. Al final le voy a poner de mote "el cansino" con tanto volar tanto volar. Que vuele él, ¡no te jode! Luego llego asfixiado a la jaula, y el tío venga y dale, que vuele y que vuele.

Por lo menos me deja salir de vez en cuando, y voy viendo el sitio donde me han dejado. Es una terraza. Por lo visto, las láminas transparentes se llaman cristales. No termino de ver bien cuando hay cristal y cuando no, pero por si acaso, donde ya me he dado una galleta, por ahí no vuelvo. Voy ganando velocidad, y a Alejandro le cuesta más atraparme (medio segundo más aproximadamente, todo un éxito). Si sigo con este rendimiento, en dos años más nadie conseguirá cogerme antes de dos minutos.

Por otro lado, tienen en la terraza todo tipo de cosas. Además de un ordenador (desde el que publico el blog) tienen una mesa grande y una silla. También hay plantas. Esas las investigaré más adelante, pero parece que las ramas son buenas para posarse. Por cierto, estoy viendo los sitios que son buenos para posarse. Las figuritas en general suelen ser mal sitio, porque al despegar, me doy impulso y alguna figurita ha dedido pasar a posición horizontal. Así que ahí por si acaso, ni me acerco.

Alejandro sigue intentando que hagamos migas. Ahora se le ha antojado que me suba a su dedo para sacarme de la jaula. Va listo si cree que voy a colaborar. Yo saldré cuando quiera, y no cuando me diga él. Y si no al tiempo.